Beach House

Llegando en auto con la ventanilla baja sentis el aroma salado del mar, el aire frío en la cara te hace bien; das sorbo a el último mate; estacionas, bajas e inhalas. Pasto. Huele a pasto recién cortado; abris los ojos, ves el acantilado y algo de arena de la playa. Te dan unas inmensas ganas de ir a tocar el mar. Pero primero lo primero: dejar las valijas. Vas a la casa, ves un montón de calzados en penitencia afuera, entonces haces lo mismo y ahora tus pies entran en contacto con la textura de una alfombra que da la bienvenida. En el living hay un tocadiscos, una chimenea, libros varios y miradas cálidas de desconocidos que pasan a ser conocidos rápidamente y te ofrecen un mate o un té o un ‘’Ey, hola’’. En el jardín, hay un fogón que nunca se apaga, algunos entonan canciones y alguien se luce con una guitarra, al fondo algunas personas eligen hacer yoga y otros se quitan la sal y la arena en las duchas calientes del fondo.